La arquitectura, hoy en día, no se puede entender solo desde un punto de vista técnico o matemático. El estudio de los materiales, la captación de la luz, la creación de espacios diáfanos y multifuncionales o la capacidad de utilizar de forma bella, elegante y sabia los elementos aislantes son fundamentales para que los edificios se integren en la realidad actual.
La arquitectura, a lo largo de la historia, se ha convertido en un vehículo para demostrar las experiencias espirituales, la religión, los cambios sociales o los estudios científicos. Todo en la sociedad se ve reflejado, de una manera u otra, en la arquitectura y en sus detalles. Por ello, es fundamental conocer la idiosincrasia e historia de cada lugar para entender a fondo su arquitectura y por qué es de esa manera y no de otra. Desde los cimientos a las cubiertas, pasando por los ventanales, el uso de unos materiales u otros, o los colores y terminaciones, todo ello responde a una filosofía de vida y a unas costumbres y hábitos perfectamente orquestados por la climatología y las precipitaciones.
Luz, climatología y medio ambiente
Teniendo en cuenta estas premisas y, por supuesto, la tipología de edificio que se va a construir, un buen arquitecto deberá poner en marcha todos sus conocimientos y originalidad para plantear edificios eficientes energéticamente, construidos de forma lo más respetuosa posible con el medio ambiente, que estén bien aislados frente a los fenómenos atmosféricos, con una buena ventilación para que sea agradable y sano vivir en ellos, y que aprovechen al máximo la luz o las zonas de sombra, en función del lugar en el que estén construidos.
Además de todo eso, si son funcionales a nivel habitacional, entonces se estará llegando a un buen puerto. Si, además, son estéticamente bellos, entonces se habrá rozado la perfección en el trabajo.
Ni que decir tiene que un buen proyecto, que gusta al cliente, es aquel que se piensa por y para él. Es decir, un proyecto personalizado en el que se tienen en cuenta, no solo los gustos estéticos del futuro usuario, sino también sus necesidades presentes y futuras en el medio plazo, el coste económico del mantenimiento del inmueble, así como las calidades de los materiales y de los acabados. También es fundamental tener presente la zona en la que se construye y sus peculiaridades, de forma que la construcción se integre en la comunidad y sea sostenible medioambientalmente hablando.
Adecuarse a las necesidades del cliente
Por supuesto, al hablar de arquitectura, no solo se está hablando de viviendas unifamiliares o de inmuebles habitacionales, también los edificios públicos requieren de un diseño e infraestructura, o los edificios de índole privada pensados para sedes de empresas o de oficinas. Cada tipología de inmueble requerirá de un estudio pormenorizado de las necesidades y de sus adecuaciones dependiendo de cuál será su utilización.
Por ello, la necesidad de acudir a un estudio profesional de arquitectura es fundamental, para que cada proyecto se realice a medida del cliente promotor, e integrando las bases esenciales de la construcción y la sostenibilidad. Un estudio de arquitectos hace realidad las ideas del cliente y construye de forma eficiente y eficaz la casa o el edificio que se les encargue.
Es importante tener en cuenta que hay que saber adaptarse a los nuevos materiales, a los nuevos conceptos de vivienda o edificios y a los nuevos elementos que se han convertido en piedra angular de la arquitectura: la sostenibilidad, el respeto al medio ambiente y la búsqueda de edificios autosuficientes en la medida de lo posible.
De esa forma, cada vez se estará más cerca del futuro. Un buen estudio de arquitectura deberá poder planificar desde el edificio en sí que se le encargue hasta proyectos de urbanismo más general, diseños de paisajismo o diseño de interiores. Porque, al fin y al cabo, todo está interconectado.
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